lunes, 6 de febrero de 2012

La orquesta y el concierto barroco.




Hace tres programas comenté que durante el Barroco la música instrumental rivaliza en importancia con la vocal debido al perfeccionamiento de los instrumentos y el desarrollo de nuevas formas instrumentales derivadas del periodo anterior. Pero lo más interesante es el fenómeno del nacimiento de la música orquestal. Para ello fue necesario que la orquesta se formase, un conjunto de instrumentos no unidos al azar sino organizado por familias o secciones con protagonismo de la cuerda. Además se transformaron las técnicas empleadas para este tipo de música aplicando las mismas de la música coral, concretamente, el uso del policoralismo instrumental, la contraposición de planos sonoros y timbres, o sea, el empleo del estilo concertato y la contraposición entre movimientos veloces y lentos. El corazón o espina dorsal de esta orquesta barroca lo constituye la familia de las cuerdas, compuesta normalmente por 5 violines primeros, 5 violines segundos, 4 violas, 5 violonchelos y 2 contrabajos. A este núcleo central se le añaden los instrumentos de viento compuesto normalmente por 2 oboes, 2 flautas, 2 fagotes y 2 trompetas y a finales del siglo XVIII se le añaden 2 trompas. Este conjunto se completa con la percusión, realizada por 2 timbales, y el bajo continuo, realizado habitualmente por el clavicémbalo aunque también se utilizaba el arpa o el órgano.
Debido al nacimiento de la orquesta, llega un momento en que además de muchas de las formas instrumentales pensadas para solistas o grupos pequeños, nacen otras para conjuntos orquestales. Así es como se establece una diferenciación entre música de cámara y música orquestal. Esta música orquestal se empleaba en los teatros de ópera, lo que dio origen a la obertura. Además, se desarrollaron otras formas para la orquesta: la suite orquestal y el concierto.
Etimológicamente, obertura significa “pieza para abrir”, por lo tanto, la obertura servía para iniciar una ópera o un oratorio. A finales del siglo XVII tomó su forma definitiva en dos variantes: la obertura francesa con dos movimientos, el primero lento con su ritmo característico de negra con puntillo y corchea y el segundo rápido y de estilo fugado o imitativo y que suele terminar en un corto tiempo lento con reminiscencias de la música del primer movimiento y la obertura napolitana o italiana que consta de tres secciones, la primera rápida en estilo contrapuntístico, la segunda lenta y la tercera rápida influida por la danza. Este último tipo de obertura va a determinar la conformación de las primeras sinfonías anteriores a Mozart.
La suite puede ser para un solo instrumento o para la orquesta. Se trata de una serie de danzas contrapuestas en tempo, compás y carácter, en número variable, por lo que a la suite se la ha denominado “forma abierta”. Como forma orquestal es muy común que comience con un preludio de introducción u obertura y que todas las danzas, algunas escritas en pares, estén en el mismo tono. Johann Sebastian Bach llevó esta forma a una gran perfección. Hemos escuchado la Suite Orquestal nº 2 en Si menor que se estructura en siete secciones precedidas de una obertura francesa. Las secciones son: Rondó, Sarabanda, Bourrées I y II, Polonaise, Menuet y Badinerie. En esta última danza, la flauta alcanza un fuerte virtuosismo.



A finales del siglo XVII aparece una nueva forma instrumental que se convierte en la más importante del Barroco: el concierto. Este consta de tres movimientos contrapuestos con el esquema rápido/lento/rápido. En esencia se produce un diálogo contrastante entre toda la orquesta o tutti y un grupo de solistas o concertino en el caso del concierto grosso o entre toda la orquesta y un solista único o solo en el caso del concierto solístico. La orquesta realiza el ritornello que es el material que se repite y los solistas realizan el solo que es el material nuevo. Los creadores del concierto fueron una serie de compositores que vivieron en el norte de Italia y de todos ellos, el más importante fue sin duda Antonio Vivaldi. Representa la culminación del Barroco instrumental italiano y entre sus obras cabe destacar sus colecciones de conciertos: L’estro armónico, La stravaganza, y Il cimento della armonía e della invenzione que contiene las famosas cuatro estaciones. Aunque en muchas de sus obras se precisan varios instrumentos solistas en realidad se trata de conciertos para solista o dúo antes que auténticos conciertos grosso. Entre las características de su música hay que destacar la belleza de sus temas, la textura más homofónica que contrapuntística, los ritmos impetuosos y la tensión que establece entre el solista y la orquesta dado que el solista no solo sirve de contraste sino que sobresale con personalidad en oposición al conjunto. De los cuatro conciertos denominados “Las Cuatro Estaciones” voy a destacar el nº 2, El verano, en Sol menor, y concretamente el tercer movimiento. El concierto tuvo una fuerte presencia en el resto de Europa, especialmente en Alemania, donde otra vez Johann Sebastian Bach hay que nombrarlo por sus famosos Conciertos de Brandeburgo. En ellos realiza una aportación sustancial integrando en el concierto grosso otros instrumentos de viento de tal forma que el grosso sigue siendo la cuerda pero en el concertino se añaden trompeta, flauta, oboe, etc. Vamos a escuchar el inicio del primer movimiento del concierto nº 2 en fa mayor donde el violín, el oboe, la flauta de pico y la trompeta participan, entrando en ese orden, como solistas.


Celia Bueno

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