lunes, 13 de febrero de 2012

El clasicismo musical



El término “clasicismo” en sentido propio se entiende como el arte griego de los siglos V y IV a. de C. cuyas obras estaban impregnadas de proporción, equilibrio, claridad, moderación, serenidad, belleza formal, etc. Por extensión, el nombre de clasicismo ha sido aplicado también a los momentos de culminación y perfección de un período histórico que es como suele entenderse en música a la segunda mitad del siglo XVIII y principios del XIX. El concepto de música clásica ha sido aplicado también indebidamente a cualquier género de música histórica consagrada y anterior a nuestra época y hasta aún más impropiamente, a toda la música no popular como la ligera y la folclórica.
En el siglo XVIII las artes visuales y plásticas empezaron a apoyarse cada vez más en los valores de la antigüedad clásica. Pero era necesario distinguir este nuevo arte del clásico en el que se habían inspirado y por ello aparece el término “neoclásico”. Sin embargo, la música no participó de ese retorno porque no disponía de modelos grecolatinos para imitar más que unos escasos fragmentos difíciles de reconstruir. Por esto, el término de clasicismo en música se toma no en sentido de resurrección o imitación de modelos grecolatinos sino como traducción de los cánones e ideales de la época clásica griega y este estilo lo consigue la Escuela de Viena, cuando la emoción queda contenida dentro de un esquema formal, cuando la expresión del drama y la elegancia formal se dan la mano, y cuyos representantes principales son Haydn y Mozart.
Un siglo antes se produjo un salto de la polifonía a la melodía acompañada con el bajo continuo. Ahora la música avanza un paso más y dicha textura se formula en términos de melodía y armonía. Se prescinde del bajo continuo y el soporte del nuevo lenguaje son unos acordes que asumen funciones tonales y estructurales y que no son mero relleno sonoro. Es decir, la armonía sirve para ordenar el discurso musical a todos los niveles. Poco a poco surge el concepto de forma como estructura organizadora del discurso musical y a lo largo del siglo XVIII y principios del XIX podemos observar una duración cada vez mayor de las obras musicales.
Las frases musicales se organizan en periodos regulares como las ya utilizadas en la danza. Estas frases no necesitaban texto para motivar su existencia, e incluso en el terreno de la música vocal, se invierten los papeles: la música ya no tiene que depender de la palabra sino que la palabra se supedita a la música y sorprendentemente, viéndose acompañada por una música con sus propias leyes, no sólo mantiene su fuerza expresiva sino que incluso, la aumenta. Este cambio es mucho más profundo de lo que parece, es un punto de inflexión que marca un nuevo comienzo y deja atrás la música anteriormente escrita bajo el nombre genérico de “música antigua”.
La forma sonata constituirá la base estructural de casi toda la música instrumental de este periodo. Llevan esta forma la sinfonía, el concierto, la música de cámara (trío, cuarteto, quinteto…) y la sonata para instrumentos de tecla (clavecín y luego piano). El vínculo de la forma sonata con la música instrumental pura resulta obvio: por primera vez se organiza la música como lenguaje que no coge nada de préstamo de otros lenguajes, la música como arte con lenguaje propio, equiparable a las demás artes. Su propio nombre dice mucho: música para sonar, es decir, música instrumental pura.
Esta forma sonata no tiene nada que ver con la sonata antigua o suite y podemos considerar a Carl Philipp Emanuel, hijo de Johann Sebastina Bach, como su creador. Éste, atentando contra la música de su padre, produce otra más sencilla que recibe el nombre de “estilo galante” dirigida a la nobleza del momento. Sus sonatas para clave marcaron un hito en la evolución de esta forma musical que posteriormente los grandes maestros vieneses la llevaron a un desarrollo casi infinito. Se dio cuenta de que el oyente, después de escuchar algunos temas, necesitaba cambiar o variarlos para evitar la monotonía; pero en seguida le agradaba escuchar de nuevo lo ya oído al principio. De este modo se crea la sonata a tres partes y se le añade un segundo tema o grupo de temas al primero para dar contraste y variedad.
Siguiendo la idea de suite barroca de alternar movimientos distintos, la sonata (que no es lo mismo que la forma sonata) y por tanto, también el cuarteto y la sinfonía, acaba configurándose en cuatro tiempos: uno allegro inicial majestuoso, un tiempo lento claramente melódico, un minueto (una de las danzas cortesanas que más han perdurado) y por último, un allegro virtuoso y a menudo en forma de rondó. Si bien en un principio estos movimientos ofrecen temas bien diferenciados como en las suites, pronto los diferentes temas de cada movimiento se van refiriendo los unos a los otros, para dar unidad a la obra.
El primer tiempo de la sonata es el de la forma sonata. Esta forma comienza con la exposición de dos temas independientes, el primero más rítmico y en tono principal claro mientras que el segundo busca el contraste con notas largas, más atrevimiento cromático y en otro tono, normalmente en el de la dominante o relativo menor. Después de la exposición, viene el desarrollo, con cambios rítmicos, variaciones armónicas, modulaciones, inversiones, progresiones, etc. Esta parte pronto se va ampliando y es la que mejor nos muestra las múltiples posibilidades de la forma sonata. Por último, y siguiendo la idea ternaria ABA se produce la reexposición, aunque no es del todo igual ya que el segundo tema mantiene el mismo tono principal.
He seleccionado tres piezas de Mozart para mostrar la forma sonata. En primer lugar, el primer movimiento allegro con spirito de la sonata en re mayor para dos pianos. La escribió a la edad de 25 años en el estilo galante y ha sido utilizada en la actualidad en el estudio científico que experimenta la teoría del “Efecto Mozart” que sugiere que la música clásica, particularmente la de Mozart, incrementa la actividad cerebral más que otros tipos de música. En segundo lugar, el primer movimiento allegro de la “pequeña serenata nocturna” en sol mayor, originalmente pensada para ser tocada por un quinteto de cuerdas (dos violines, una viola, un violonchelo y un contrabajo) aunque no se sabe si se trata de una serenata o no, es decir, si se compuso para su interpretación al aire libre o se trata de una música de cámara. Por último, una forma sonata para la orquesta, el primer movimiento molto allegro de la sinfonía nº 40 en sol menor, una de sus mejores sinfonías junto a la 39 y la 41.



Celia Bueno

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