lunes, 5 de diciembre de 2011

Música profana en el Renacimiento.





En el Renacimiento surge un nuevo pensamiento a partir de la intención de redescubrir los valores de la antigüedad clásica. Se recuperan temas como la mitología, las reglas de la perfección como la sencillez, claridad y racionalidad, el realismo y la sensualidad. Esta conciencia que “la persona humana” toma sobre sí misma cuestiona por primera vez la supremacía de la religión. El nuevo espíritu humanista convierte al hombre en la medida de todas las cosas, que busca la armonía con la naturaleza. La música profana recibe un impulso importante y si en el terreno sacro continuaba la misa y el motete, en el terreno profano surgen el madrigal italiano, la chanson francesa y otras formas populares como el villancico español.
Todo este clima de renovación viene acompañado por el debate sobre qué arte era el más noble, lo que impulsa la valoración del arte por el arte sin necesidad de tener una función concreta, como por ejemplo, religiosa. En el campo de la música, el nuevo músico no es valorado como un vulgar intérprete, como los juglares medievales, sino como un creador que tiene una tarea noble. En una época donde la polifonía lo ha arraigado todo, los teóricos de la música desean ponerla a la altura de las disciplinas humanísticas y reclaman una música vocal que tenga la ética y la emotividad que se le supone a la música griega: que el texto se entienda y que la música refuerce el sentido de las palabras imitando, con el lenguaje musical más adecuado, las emociones y la expresión de la naturaleza.
Zarlino, que estudió el sonido siguiendo los trabajos pitagóricos, comprobó la existencia de los armónicos y otorgó una importancia especial al acorde mayor. De esta forma se distinguen claramente las consonancias y disonancias armónicas que se producen en el contrapunto: las disonancias son momentos de inestabilidad y las consonancias o acordes perfectos son idóneas para las cadencias y los finales. Los modos antiguos van polarizándose hacia dos únicos modos, el mayor y el menor, en el acorde final de resolución. Según Zarlino, son las obras vocales las idóneas para la nueva música, ya que los instrumentos tienen limitaciones técnicas para afinar estos armónicos.
Se instauran las técnicas de composición más básicas: la modificación de una melodía conocida cambiando el contenido (recurso de la parodia todavía muy utilizado, por ejemplo, en la música publicitaria), aplicándole armonizaciones nuevas o acompañamientos nuevos para darle caracteres diferentes o para improvisar sobre ella, en definitiva, realizando sobre ella todo tipo de variaciones. En cuanto al ritmo y forma, las composiciones se ciñen a las poesías, cortas y llenas de juegos de palabras. Surgen escenas pastoriles descriptivas. Cada nota, cada intervalo, ha de tener la misma carga descriptiva del texto al que se sirve. Por ejemplo, un sonido agudo significa altura, montaña, cielo; un sonido grave significa valle, infierno; el semitono expresa dolor y pena; las pausas repentinas expresan silencio y muerte. Todo ello resulta ser un código bastante onomatopéyico, simple, casi trivial.
La doble idea renacentista de naturalidad y racionalidad lleva a crear obras polifónicas como un todo global, sin jerarquías entre las voces. Se ha acabado el tiempo de la simple superposición de líneas melódicas; cada parte o voz necesita de las otras hasta el punto de que el texto de una voz por separado queda incompleto y sólo puede entenderse escuchando el conjunto. Para dar equilibrio a las voces, se adquiere la práctica de componer para cuatro registros vocales, que son los que en la actualidad todavía se consideran las cuatro voces humanas básicas: soprano, contralto, tenor y bajo. Las dos primeras son blancas (infantiles) o femeninas y las otras dos son masculinas. La voz soprano se establece como conductora de la melodía; la contralto tiene la función de completar la armonía; el tenor es la voz conductora de la composición y el bajo es el soporte de la armonía, de tratamiento bastante instrumental.
En la música vocal profana renacentista ocurrió un fenómeno inverso a lo sucedido en la música religiosa. En ésta última se creó un estilo internacional pero en la música profana surgirán estilos propios asociados a cada nación. Así, en Italia surge el madrigal, composición polifónica sobre textos poéticos en italiano y normalmente de temática amorosa. En Francia surge la chanson, composición polífónica sobre textos en francés. Una variante es la chanson descriptiva que intenta imitar sonidos de la naturaleza mediante el uso de onomatopeyas. En España surge el villancico que debe su nombre a villano que significa popular. Su estructura es una alternancia de un estribillo de tres versos y varias coplas que desarrollan el contenido del estribillo. Las coplas a su vez se dividen en la mudanza que es una estrofa de cuatro versos y la vuelta que son tres versos de rima y música similar al estribillo.

A lo largo de este programa hemos escuchado los madrigales de Carlo Gesualdo, la chanson descriptiva Le chant des oiseaux (el canto de los pájaros) de Clement Janequin en la que el compositor intenta reflejar el canto de los pájaros mediante el uso de onomatopeyas y por último, uno de los villancicos del siglo XVI más conocido, que no tiene nada que ver con el villancico actual referido a una canción de Navidad. Me refiero al villancico de Juan del Encina recogido en el Cancionero de Palacio de los Reyes Católicos titulado Hoy comamos y bebamos.

Celia Bueno

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