martes, 29 de marzo de 2011

Punto Hits


En este último martes del mes de marzo, el espacio radiofónico "Punto hits" ha estado ocupado por las secciones habituales: Tiempo de ciencia de Concha Román, Momentos Arqueológicos de Elena Toribio y Resultado Sport de Daniel Doña y Agustín Rivas en la recta final del programa. La música que nos ha acompañado todo el tiempo ha correspondido en este caso a la cantante nigeriana Asa, quien cultiva un estilo afro-folk aunténticamente encantador.

Como todos los martes el espacio de ciencia de nuestra compañera Concha Román recoge las efemérides científicas más significativas de la semana:

EL 23 de marzo de 1912 nace el físico e ingeniero alemán Werner von Braun nacionalizado estadounidense en 1955 con el fin de ser integrado en la NASA. Está considerado como uno de los más importantes diseñadores de cohetes del siglo XX, y fue el jefe de diseño del cohete Saturno V, que llevó al hombre a la Luna. http://es.wikipedia.org/wiki/Wernher_von_Braun. También el 23 de marzo pero de 1989 fue anunciada la realización de una "fusión fría" atómica. La fusión fría o Reacción Nuclear de Baja Energía, (LENR -por sus siglas en inglés) es el nombre genérico dado a cualquier reacción nuclear de fusión producida a temperaturas y presiones cercanas a las ambientes, muy inferiores a las necesarias normalmente para la producción de reacciones termonucleares (millones de grados Celsius), utilizando equipamiento de relativamente bajo costo y un reducido consumo eléctrico para generarla. http://es.wikipedia.org/wiki/Fusion_fria. EL 27 de marzo de 1960 muere Gregorio Marañón médico endocrino, científico, historiador, escritor y pensador español, cuyas obras en los ámbitos científico e histórico tuvieron una gran relevancia internacional. Fue académico de número de cinco de las ocho Reales Academias de España (de la lengua, de la Historia, de las Bellas Artes, Nacional de Medicina y de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales). Su contribución a la Medicina se centró pronto en la Endocrinología, de la que fue uno de sus precursores. http://es.wikipedia.org/wiki/Gregorio_Mara%C3%B1%C3%B3n

La noticia de actualidad de esta semana la podemos titular: ¿Para qué sirve la Hora del Planeta? El pasado sábado a las 20:30 millones de personas de todo el mundo apagaron las luces durante una hora para mostrar su compromiso con la lucha contra el cambio climático. Pero ¿para qué sirven este tipo de iniciativas? ¿Son eficaces para concienciar a la población? A favor podríamos decir que es la expresión mundial de un deseo, el cambio climático es el mayor reto ambiental al que se enfrenta la humanidad y solo se puede combatir con el ahorro y la eficacia energética, la promoción de las energías renovables y el esfuerzo de todos los sectores públicos y privados. La Hora del Planeta se ha convertido ya en el movimiento global de participación más grande jamás organizado. En 2010, más de mil millones de personas de 128 países, se unieron a este llamamiento. Mil millones de gestos es una contundente reivindicación global a favor del medio ambiente. Pero en contra podemos decir que queremos vivir muy bien (además olvidando que hay quien vive muy mal) pero olvidamos que en este mundo no hay comida gratis, y que vivir bien implica gastar mucha energía. Nos hemos acostumbrado a que la energía casi no cueste, y no queremos pensar en lo que hacemos cuando quemamos carbono para conseguir energía. En el planeta tenemos problemas, y aunque queremos esconder la cabeza y mirar para otro lado, los problemas aparecen una y otra vez. Los dos problemas más acuciantes son el cambio climático y la creciente escasez de energía fósil. Hay que trabajar 365 días al año por lo que uno cree, dejarse de subvenciones y hay que volver a aceptar que uno solo cobra si produce, que uno solo aprueba si estudia, que uno solo come si trabaja duro. http://www.elmundo.es/elmundo/2011/03/24/ciencia/1300978753.html

Concha Román

Y del Tiempo de ciencia saltamos a la arqueología de la mano de Elena Toribio que para el día de hoy nos ha traído a la radio un tema de lo más interesante: la mítica civilización de Tartessos.


“Hace casi 3.000 años existió en Andalucía una civilización rica y avanzada cuya grandeza, cuentan los eruditos, no fue igualada en mucho tiempo. A aquel pueblo, admirado por los griegos, se le denominó Tartessos, como el río que lo atravesaba, el actual Guadalquivir. La explotación de minas de oro y plata y el comercio con los fenicios la convirtieron en una sociedad más o menos organizada que fue conocida como la primera civilización de Occidente”. Sus naves, según la Biblia, habían llegado a comerciar hasta con los egipcios. Tartessos fue también el nombre del río al que los romanos bautizaron como Betis y los árabes como Guadalquivir (río grande). Los tartésicos, aculturados por fenicios antes de la llegada de los griegos, se dedicaban a la metalurgia, la agricultura y ganadería, el comercio y la pesca. De la riqueza de Tartessos también nos hablan los mitos griegos, en concreto el más relacionado con esta zona, el mito de Hércules, héroe que aparece en el escudo de Andalucía y que según las leyendas habría sido el mítico fundador de Cádiz. Precisamente uno de los “trabajos de Hércules” consistió en robar los “bueyes de Gerión”, mítico rey tartésico.


No se sabe si Tartessos fue también el nombre de su metrópoli más importante, una especie de capital tartésica, porque nunca se ha encontrado su ubicación. Pero han sido muchos, comenzando por el alemán Schulten a principios de siglo, los que han creído que debió existir esa rica capital y se lanzaron a su búsqueda. A ver si adivináis dónde podría estar la mítica ciudad de Tartessos… Exactamente en la misma zona donde la semana pasada comentábamos que podría estar la famosa ciudad de la Atlántida de Platón: en el Parque de Doñana. ¿Podría ser la mítica ciudad perdida de Tartessos, la Atlántida, y su destrucción por un Tsunami la que habría originado la leyenda?. No lo sabemos… Ahora, un equipo de investigadores del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), coordinados por el arqueólogo Sebastián Celestino y el historiador y antropólogo Juan José Villarías, rastrean 200 hectáreas del parque nacional de Doñana en busca de asentamientos humanos pertenecientes a aquella civilización que vivió en lo que son hoy las provincias de Sevilla, Huelva y Cádiz entre los siglos IX y VII antes de Cristo. Restos de la civilización tartésica han aparecido en los bordes de la marisma del Guadalquivir, en Mesas de Asta, en el pinar de la Algaida en Sanlúcar, en El Puerto de Santa María, e incluso hay quien piensa que la ciudad perdida de Tartessos se encuentra en lo alto de la Sierra de Gibalbín debajo de los restos de la ciudad romana.


Los investigadores creen que si existieron enclaves tartésicos en este lado de la marisma también debieron de existir en el otro, en el lado de Huelva. Según los historiadores griegos Estrabón y Pausanias, “la capital de Tartessos estuvo situada entre las dos bocas del río Betis”, es decir en Doñana. Pero las intervenciones directas sobre el terreno en el año 2005 en la Marisma de Hinojos (Huelva) sacaron a la luz algunos restos de cerámica de la Edad del Bronce pero ninguna huella tartésica. Curiosamente esos restos de la Edad del Bronce, mucho más antiguos que la civilización tartésica, sí coinciden en el tiempo con la desaparecida Atlántida. Pero queda aún mucho por investigar y los científicos de Huelva están convencidos de que hay restos arqueológicos en Doñana y que pueden ser tartésicos. Sean cuales sean los hallazgos finales la expectación y la intriga siguen creciendo. Si se descubriese una gran ciudad tartésica en Doñana supondría un vuelco en el estudio de esta época. Pues la creencia generalizada en la actualidad entre los investigadores, es que no existió una capital porque no existió un reino o imperio tartésico. La cultura tartésica se habría formado por el contacto de los habitantes de la zona con los colonizadores fenicios, creando una rica cultura que se extendería por la actual Andalucía y parte de Extremadura. Existirían múltiples asentamientos tartésicos, pequeñas ciudades y aldeas que compartirían la misma cultura y los mismos restos cerámicos, pero no una gran capital, ni un único reino.


En fin la controversia ahí está, y como siempre habrá que esperar los futuros hallazgos para ver quién tiene razón… Pero, si os soy sincera, a mí me encantaría que existiese la mítica ciudad perdida de Tartessos, ya sea en Doñana o en Gibalbín… Habrá que esperar los próximos descubrimientos para ver si otra leyenda de la arqueología se convierte en realidad






Elena Toribio

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